SU UNIVERSO

Dentro de nuestro espacio hemos querido crear uno para ellos, para los niños, de momento principiantes en las letras y más adelante quién sabe... Quizá alguno se convierta en un fabuloso escritor, pero al menos, serán grandes lectores.

¡Ellos son el FUTURO!

2/5/08

¿Obligar a leer?

Mal comienzo, gran error.

Entonces, ¿cómo lograr que los niños lean?

El famoso slogan: "si tú lees, ellos leen" puede funcionar o no. Los adultos enseñamos lo que somos, pero los niños tienen su opinión propia.

La única forma que se me ocurre: ellos mismos deben descubrir el placer de la lectura, divirtiéndose. ¿Cómo?... Este es nuestro reto. Difícil, ¿verdad?

Me atrevo a transcribir un artículo leído en ¡Piezas de a ocho!: http://piezasdeaocho.blogspot.com/2007/05/algunos-fragmentos-para-pensar-sobre-la_20.html :

Publicado por Gabriela Monzón

"Con el consabido sentido del humor y agudeza que lo caracterizan, Ricardo Mariño se explaya en el primer fragmento que les dejo a continuación (transcribo sólo los tres primeros puntos de trece) acerca de la extravagante conducta de los adultos cuando se trata de estimular a las jóvenes generaciones a la lectura...

Seguidamente otros dos autores -Javier García Sobrino y Diego Gutiérrez del Valle- nos enfrentan a los pesares de los chicos y a las desgracias de los libros cuando los adultos desean educar a toda costa, aún poniendo en riesgo o dando muerte a la literatura y cualquier posibilidad de goce lector ".

“1. Querido docente: si alguna vez al salir del cine alguien te detuvo en la vereda y te pidió que escribieras tres finales distintos para ese argumento, y esa experiencia te agradó y notaste que mejoró tu comprensión del filme, entonces está muy bien que continúes pidiéndoles a los alumnos que después de la lectura de un cuento señalen palabras esdrújulas, sensaciones olfativas o terminaciones en aba.

2. Desconfía de los cuentos y novelas que sirvan para enseñar algo muy concreto. Si el libro demuestra claramente que los dientes deben cepillarse todas las noches, que no hay que discriminar a los asiáticos y que los enanos son personas, probablemente no tenga mucho valor literario. Las grandes obras literarias no enseñan nada, al menos no directamente, y, al contrario, crean encrucijadas que provocan más preguntas que respuestas.

3. Es mayor el número de niños que adora nadar a partir del disfrute del agua, que los que aman la natación gracias a los juegos organizados por el profesor de la colonia. Incluso, hay pequeños que ven al profesor como un obstáculo entre él y el placer de la pileta, y se cuentan por miles los que odian las colonias de vacaciones justamente a causa de los juegos organizados por el profesor. Vale decir: no le adjudiques tanta importancia a las técnicas de estimulación de la lectura. Se sabe de niños que han comenzado a leer un libro sin el concurso de un saltimbanquis.(…)”

Ricardo Mariño, “Máximas y mínimas sobre estimulación de la lectura”

"Escenarios para la promoción de la lectura" en la 15ª Feria del Libro Infantil y Juvenil (Buenos Aires, julio de 2004), publicado completo en http://www.imaginaria.com.ar


“(…) la escolarización del libro, aun con toda la renovación metodológica que ha llevado aparejada, ha traído una excesiva vinculación de la lectura con lo académico. No hablamos de la enseñanza de la lectura como acceso al código escrito, ni del estudio de la literatura como materia, sino del fomento de la lectura como hábito, es decir, como opción personal, libre y gratuita (que no exige entregar nada a cambio).

Las editoriales miran demasiado hacia la escuela, viendo en ella su mayor mercado. En este sentido, detectamos una excesiva instrumentalización que convierte al libro en un vehículo para la realización de enojosas tareas escolares, que sustituye la libertad de elección por la obligatoriedad, con lo que, a menudo, desaparece el placer de leer (verdadero motor de todo lector, incluido el profesor), reemplazado por una sensación de fastidio y hostilidad hacia la lectura.

Autores y editores colaboran con demasiada frecuencia a reforzar esta línea de trabajo con libros, series y colecciones que presentan estrechos planteamientos didactistas de los que está ausente, la mayor parte de las veces, la vibración de la auténtica literatura.

Recientemente, es posible detectar un auge de este fenómeno en relación con los llamados temas transversales que aparecen reflejados en infinidad de títulos. Así, ya no hay que leer para disfrutar, emocionarse, entretenerse (y de paso, aprender), sino para alcanzar de forma inmediata determinados objetivos curriculares relacionados con la igualdad entre los sexos, el cuidado de la salud, la educación vial o los valores. La literatura ha quedado reducida, demasiado a menudo, a una mera fórmula para que los niños se coman nuestras deliciosas y nutritivas sopas.

Y muy pocas veces caemos en la cuenta de que los niños son lo bastantes listos como para rechazar la sopa y, de paso, la cuchara con que se les ofrece (…)”

Javier García Sobrino y Diego Gutiérrez del Valle, “El bosque de la animación y los árboles de la lectura”.

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